Título: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha
Autor: Miguel de Cervantes Saavedra
Editorial: cualquiera, hay miles de ediciones
No,
no soy tan pretenciosa como para intentar reseñar a Cervantes. Esto ni es una
reseña ni pretende serlo. Del Quijote se han escrito y se siguen escribiendo
tantas cosas que una opinión más poco cuenta y poco nuevo aporta; y hacer una
reseña al uso, como si esto fuese la
última novela de Dan Brown, casi da risa.
Lo
único que quiero decir es que la he leído para clase y que la empecé de mala
gana, con la amenaza inminente de un examen en 9 días y todas esas mil ideas
sobre los clásicos que nos meten en la cabeza: que si no vas a entender nada
porque es castellano "antiguo" (ese término en el que la gente te
engloba al Cantar de Mio Cid, al Quijote y a todo lo que tenga más de 100
años), que si el lenguaje es muy complejo, que si te va a costar horrores
leerlo...
Pues
no.
En
vez de ese soporífero tostón que esperaba, me he encontrado con 500 páginas de
aventuras non-stop, de humor tronchante a la vez que amargo, de genial meta
ficción, de una prosa deliciosa y fluida y llena de sorna.
Me
he encontrado con un hidalgo tan enamorado de la lectura que pierde el juicio
por su culpa. Ese universo de las novelas, en el que el mal es castigado y el
bien recompensado, en el que un solo hombre puede acabar con todas las
injusticias del mundo, seduce a Alonso Quijano hasta el punto de hacerle desear
convertirse, él también, en caballero andante. Así, toma la decisión de dedicar
su vida a enderezar entuertos y desfacer agravios. Pero la realidad, que
no es una novela de caballerías, choca con violencia y crueldad con las buenas
intenciones de Don Quijote.
Y,
sí, sé que la intención inicial de Cervantes era parodiar las novelas de
caballerías. Incluso hay quien dice que la figura de Don Quijote busca
ridiculizar los delirios de grandeza de la vieja hidalguía, que se empeñaba en
quedarse anclada en el pasado. Pero ¿qué más da? Lo bueno de esta novela es que
ofrece tantas interpretaciones como lectores. Para mí, Don Quijote no es un
loco sino un idealista. Víctima de su sentido de la justicia, de su deseo de
ayudar a los débiles, no recibe más que golpes y humillaciones, en vez de la
gloria y admiración que le habían prometido sus libros.
El
Quijote es, ante todo, una novela humana. Tan humana que, más de 400 años
después de su publicación, sigue leyéndose. Y, al final, de eso se trata. De
dejar de leer sobre ella, de oír hablar sobre ella, y leerla.
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